Tengo que ser completamente sincera, no eres mi escritor favorito. «On the road» no me parece el mejor libro de la historia y los libros que me han cambiado la vida, usualmente, han estado escritos por mujeres. Pero hay una cosa que antes no me había pasado con un libro que me pasó cuando leí por segunda vez el tuyo. Viví dentro de esas páginas. Porque yo (a diferencia de otras veces, otros escritos) estaba recorriendo el mismo camino, estaba haciendo exactamente en ese momento la misma búsqueda de la locura y la felicidad. De maneras completamente diferentes claro está, pero yo estaba allí de pie en mitad de las calles de Frisco odiando y amando todo al mismo tiempo. Intentando escribir novelas en 3 meses, explotar como fuegos artificiales de mil colores.
– El mundo me debe unas cuantas cosas, eso es todo.
Al principio del viaje creí que estaba a mil años luz de vivir la vida a tu manera, creía (tengo que ser honesta) que era demasiado mojigata, demasiado cómoda. No me gusta hacer autostop, no me gusta la idea de obligarme a mí misma a compartir muchas horas con gente que no tiene nada en común conmigo excepto por el hecho de pertenecer a la especie humana. Para ti eso era suficiente.
Yo me veía a mi misma intentando entender todo detrás de la ventanilla de un coche de alquiler y me daba la risa.
Poco a poco fue pasando el tiempo, los kilómetros, los estados y empezamos a encontrarnos con esos personajes que aparecen en el paisaje de tus libros. Yo empecé a llamarlos «los nadies».
Estaban por todos lados, hablando solos en las gasolineras, gritando compulsivamente por las calles. Tenían la mirada perdida y se comunicaban con el viento, eran los nadies, todos aquellos que estaban completamente fuera de la sociedad.
Me paralizaba intentar ver a través de sus ojos inyectados en rojo.
Entendí que no iba a encontrar a mi Dan Moriarty allí, que yo no tenía ningún idioma para comunicarme con ellos. Mi viaje no será en la parte trasera de un camión.
Aún así seguimos viajando y seguimos respirando contradicción, los mares eran muy azules y las calles muy sucias. Las noches daban miedo, excepto cuando estábamos entre los bosques, allí sabíamos que nada malo podía pasarnos.
Estados Unidos es el gran fracaso del capitalismo y yo seguía soñando con ser una hippie más.
Pero ¿Qué significa ser una hippie del siglo XXI? Obviamente no puedo vivir como lo hacías tú porque para eso tendría que pertenecer a otra época, a otro lugar. Yo no puedo por más que quiera ser Patti Smith. Yo soy solo yo, cualquier milenial del montón.
Pero entonces ¿Porqué estoy aquí? Cual es el motivo por el que un viaje en carretera se convirtió en mi manera de decir que NO.
Pasé mucho tiempo de mi vida viviendo en una carrera del quiero y no puedo que me dejó extenuada. Después de mucho reflexionar el tema, creo que no soy la única persona que se ha visto atrapada en una rueda giratoria bastante parecida a las jaulas pequeñas diseñadas para Hamsters.
[/vc_column_text][ish_separator][ish_quote author=»Vagabundos del Dharma» size=»h3″ align=»center»]“¡Oh Dios mío! La sociabilidad no es más que una gran sonrisa y una gran sonrisa no es más que dientes. Me gusta quedarme aquí y descansar y ser bueno”.[/ish_quote][ish_separator][vc_column_text]Entonces si que tenemos cosas en común.También pertenezco a una generación rota.
A una generación que quiere ser algo más que una tasa de desempleo.
Me desperté un día y resulta que Donald Trump era presidente, me alegra de que no estuvieras aquí para verlo.
Entonces recorrí la costa oeste de Usa y fue un viaje literario porque la mayoría de cosas pasaron en mi cabeza y no en la carretera. Pensé en cómo han pasado los años y tenemos el mismo descontento, la misma frustración, el mundo parece un lugar demasiado extraño para todos nosotros.
Nos ponemos títulos de películas, cantantes favoritos, decimos en voz muy alta que hemos leído tal o cual libro y en realidad no tenemos ni idea. Estoy tan perdida como lo estabas tú.
Pero no hay que alarmarse, esta carta que te escribo no es acerca de ser pesimista. Esta carta es necesaria para romper un cliché. Te escribo para contarte que no me hace falta ser una autoestopista valiente para llevar a cabo una pequeña revolución.
Te escribo para darte gracias por los párrafos y por las conversaciones entre Dan Moriarty y Carlo Marx.
La amistad transforma los viajes en un aprendizaje tan intenso como esas veces en las que tus personajes (que en realidad fueron tus amigos) se sentaron uno enfrente del otro a intentar adentrarse en las mentes a través de las palabras.
En verdad eso es todo lo que necesito, a ellos dos.
Soy una viajera con mochila, con Ipad y con libretas de papel. Muchas cosas han cambiado con el tiempo y nos han vuelto diferentes, pero creo que la sensación de que no somos parte de este sistema (o de que no lo queremos ser) sigue aquí.
Con todas sus contradicciones, con todas sus adicciones. Para ti fue el alcohol para nosotros son las redes sociales que quizás también algún día terminen por matarnos.
Pero a pesar de eso, a pesar de los revólveres en las carreteras y las miradas vacías, se disfruta – como tú también disfrutaste en tu danza anárquica- del viaje, del paisaje con la carretera llena de polvo.
Al final encontré a mi Dean Moriarty en una granja de cerezas en el valle de la Columbia Británica. Encontré este personaje que es capaz de recitar versos enteros de libros históricos de memoria y que tiene un acento endiablado de un lugar llamado NewFoundland, pero que es también la persona más agradecida por una albóndiga en salsa y con la propensión al alcoholismo más grande que he visto en mi vida.
Porque creo que ahora trabajamos en granjas porque no nos gustan las oficinas, dormimos en tiendas de campaña porque odiamos la palabra hipoteca y viajamos porque estabilidad se ha convertido en sinónimo de conformismo y de infelicidad.
Pero quiero que sepas para tu tranquilidad, que algunos de nosotros seguimos queriendo vivir intensamente todo. Seguimos deseando que las emociones nos remuevan desde dentro y por eso el viaje sigue siendo la manera en la que nos rebelamos.
Es la forma en la que a mi manera declaro al mundo mi pequeña revolución.